Tendría unos
nueve años de edad la tarde que un indigente tocó a la puerta de mi casa. Yo
mismo abrí y recuerdo que poco después le di a aquel hombre –a todas luces
hambriento- algunas frutas que tomé de la cocina. Nunca he podido olvidar la
desesperación con la que él tomó una banana y la comenzó a devorar, sin
siquiera quitarle la cáscara. Yo, un tanto sorprendido, le dije:
—No señor,
así no se come. Se le quita la cáscara.
—Ay hijo
—contestó, casi sin distraerse—, ¡para el hambre que yo traigo!
Algo me quedó
claro, fue que el hambre de ese hombre era tal que no se daría el ‘lujo’ de
desperdiciar nada, ni la cáscara siquiera.
La pobreza es
algo no deseable y a lo que rehuimos de forma natural; sin embargo, la Biblia
nos enseña dos aspectos importantes sobre la pobreza que debemos considerar:
1. Jesús dijo: «A los pobres siempre los tendrán entre
ustedes…». Los esfuerzos por erradicar la pobreza nunca serán
demasiados, los pobres no se eliminarán por decreto, ni será por alguna estrategia
política o filosofía económica por la que la pobreza se convertirá en historia.
El compromiso de ayudar a los más necesitados debe surgir de manera natural en
un corazón sensible y agradecido con Dios. En una cultura ambiciosa y
consumista nunca sentimos tener lo suficiente, eso nos quita de la vista a
aquellos más desfavorecidos, y no solo a aquellos que están al otro lado del
planeta, sino aun a los que viven en nuestras propias ciudades. La cultura nos
mueve a huir de la pobreza, pero Dios nos invita a buscar a los pobres y
tenderles la mano.
2. Otro
aspecto revolucionario en relación con la pobreza lo encontramos en el discurso
más popular de Jesús de Nazareth, Las Bienaventuranzas. Él
dijo: «Bienaventurados los pobres en espíritu…».
Cuando leí
con atención por primera vez estas palabras de Jesús vino a mi mente el
recuerdo del indigente que conocí siendo un niño y del beneficio posterior de
su saciedad. Comprendí entonces que es una bendición tener hambre y sed por la
palabra y la presencia de Dios, al grado de no desperdiciar nada de lo que él
tenga para mí.
Para reflexionar: Solemos evitar el sentirnos hambrientos, pero es necesario estarlo para
entonces ser verdaderamente saciados.
Edgar Medina. Monterrey - México.